sábado, 9 de mayo de 2009

cinturón de castidad



DICEN QUE FUE UTILIZADO en la Edad Media por los caballeros que, antes de partir a Las Cruzadas, se lo ponían a sus esposas para evitar infidelidades y deslices, y se daba por descontado que ese instrumento de suplicio había desaparecido de la faz de la Tierra, que solo algunos ejemplares se conservaban en los museos como verdaderas reliquias. Craso error.

En pleno siglo XXI lo usan hombres y mujeres como instrumento de placer. Thomas Hilmer, dueño de un almacén en Pensilvania, E.U., llamado 'El Cinturón de Castidad', asegura que desde 1990 es el primer fabricante en el mundo de cinturones de castidad de alta seguridad y equipos de BDSM (sigla que identifica las prácticas sexuales de dominación y sadomasoquismo), y que su interés es "lograr un arte creativo y erótico a través del trabajo con el metal".

Pero no es el único. Para no quedarse atrás, sus competidores se han dedicado a diseñar modelos con valor agregado. Por ejemplo, el alemán Mario Latowski creó un cinturón en forma de bikini; Neosteel los hace con estimuladores eléctricos incorporados; Remy tiene el 'castitubo', exclusivo para hombres; Tollyboy los hace en acero inoxidable, y CB-2000 en plástico, ideales para viajeros frecuentes porque no los registran los detectores de metales.




El cinturón de castidad se ha convertido en un elemento del juego erótico y puede usarse como elemento de castigo o para privar totalmente a los órganos genitales de los estímulos externos. Si se usa "en serio", la mujer es totalmente dependiente y el carácter de la castidad deja de ser algo autónomo, pues quien hace el papel dominante, el de la llave, tiene la sensación de poder absoluto sobre la sexualidad del dominado. Es el responsable del juego sexual.

Pero si bien el objetivo primario de la prenda es hacer imposibles las relaciones sexuales o la masturbación, algunos fabricantes de modelos masculinos los ofrecen, incluso, para provocar placer automático. "Puedes sentir la contra-presión que se produce con una erección sin tener que preocuparte de tus preciados testículos, ya que hay compartimientos especialmente diseñados para los amiguitos de abajo -dice la promoción-. No esperes más y consigue el tuyo". De todo hay en la viña del Señor.

Antecedentes

Las historias sobre el cinturón de castidad y los caballeros medievales que los ponían a sus damas para asegurar su fidelidad mientras iban a combatir a Tierra Santa son, sin embargo, producto de la imaginación de los poetas románticos del siglo XIX. Investigaciones realizadas por los museos Cluny de París, el Nacional Germano de Nuremberg y el Británico de Londres, llegaron a la conclusión de que los ejemplares que tenían en exhibición no habían sido fabricados en la Edad Media (siglos XI al XIII).

Otra investigación, tal vez una de las más serias sobre las verdades de la incómoda prenda, fue publicada en 1931 por el doctor Eric John Dingwall. Encontró la primera referencia a un cinturón de castidad en Bellifortis (1405), una enciclopedia militar escrita siglo y medio después de la última cruzada por Konrard Kyeser von Eichstadt, quien en un artículo mencionaba que el cinturón de castidad era usado por las damas en Florencia. Aunque esto nunca fue confirmado, el modelo florentino que aparecía en una ilustración del texto marcó un hito en la historia del artefacto.

Fue necesario esperar hasta 1889 para que el asunto dejara de basarse en ilustraciones y relatos sin fundamento. Cuenta Dingwall que ese año, durante la restauración de una iglesia en la ciudad austríaca de Linz, fue hallado el cadáver de una rica adolescente del siglo XVII, que llevaba puesto un cinturón de castidad.

De ahí en adelante, hay testimonios verosímiles sobre su uso pero referidos a monjes y adolescentes que, más que para garantizar la castidad, debían llevarlos para evitar la masturbación.

La medicina de los siglos XVIII y XIX, que aplicó a la enfermedad criterios morales, atribuyó al onanismo males como la gonorrea, la epilepsia, la impotencia y la depresión. Sin embargo, pronto llegó la cura: un cinturón de castidad masculino diseñado "para proteger al pene de uno mismo", como diría Roberto Palacio en su libro Sin pene no hay gloria.

Era un esperpento: una lata curva que cubría las "partes nobles" y un tubo que asoma en el centro y que le da la apariencia de un grifo. "Hay que agradecer, sin embargo, al fabricante y/o diseñador el haber dejado algunos orificios para que la zona genital respire, único reconocimiento de que ella es una zona viva del cuerpo", anota Palacio.

Increíble como parece, es probable que el verdadero siglo de oro del cinturón de castidad apenas esté comenzando. "Podemos afirmar con seguridad que la época de máximo florecimiento de los cinturones de castidad es la actual -sostiene Javier Álvarez Díez, autor del portal Crónicas del Absurdistán-. Para ello, basta con visitar las numerosas páginas web que venden cinturones como curiosidad o como artículo erótico". De hecho, Hilmer señala que la fiebre empezó a subir en los años noventa y añade que los principales clientes son profesionales heterosexuales, transgeneristas y miembros de la comunidad gay. Nada que ver con "doncellas me-dievales".

DE EXPORTACIÓN

Un italiano, Giuseppe Acacia, dueño de una empresa que fabrica reproducciones de armas y otros objetos medievales, lleva más de 10 años haciendo cinturones de castidad para hombres y mujeres.

Los exporta a Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña, China, Argentina y los Emiratos Arabes, y aunque la mayoría va a parar a coleccionistas, parejas que desean meterle pimienta a la relación, producciones cinematográficas o vitrinas de bares, el resto (2 por ciento) lo piden interesados en garantizar la castidad de sus mujeres, pues especifican las medidas exactas de las víctimas y exigen que los hagan muy seguros. Es decir, difíciles de abrir. La mayoría de estos pedidos llegan vía Internet de países árabes.

El 30 por ciento de los cinturones que vende son para hombres, y entre los pedidos más insólitos está el de una pareja que encargó dos cinturones a la medida: uno para ella y otro para él.

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