miércoles, 27 de mayo de 2009

¿COMO ACTUAN LAS FEROMONAS?, PARTE 2



Las feromonas son hormonas sociales desde el momento en que, siendo producidas por un individuo, afectan a otros miembros de una misma especie. Son captadas inconscientemente a través del olfato, y las modificaciones en el comportamiento son sutiles e involuntarias. Por ello, habiendo tantos factores que influyen en la conducta de los seres humanos, aún es difícil saber qué rol juegan en nosotros.

La diferencia entre hormonas y feromonas es que, siendo ambas producidas por un individuo, las primeras actúan dentro de este mismo ejemplar y las segundas actúan o influyen sobre otros individuos de su especie. Es por esto que las feromonas han sido denominadas “hormonas sociales” .

Se reconocen funcionalmente dos categorías: por un lado, las feromonas liberadoras, las cuales producen cambios reversibles y mediatos en el receptor (las mencionadas feromonas de atracción sexual, las territoriales, las de alarma o las de agregación). Por otro lado, existen feromonas iniciadoras o cebadoras, que disparan una serie de cambios fisiológicos en el receptor que pueden ser ocasionados en la actividad endocrina del metabolismo. Estos últimos están relacionados con el crecimiento y la maduración sexual.

Dentro de los insectos, y otros animales, las feromonas funcionan al ser captadas exclusivamente por miembros de la misma especie. Se trata básicamente de un sistema de comunicación químico: el componente emisor del mensaje consiste en un órgano glandular que está asociado a estructuras especializadas que transfieren las moléculas químicas dentro del medio circundante.

El componente receptor es un órgano censor del gusto o, mayormente, el olfato. En diferentes especies de mamíferos las glándulas productoras de feromonas varían en cuanto a su localización y características, pudiendo encontrarse en la cabeza, en el tórax, en las extremidades o incluso tener varias glándulas en distintas partes del cuerpo.

Asimismo, también según las distintas especies, los animales varían en cuanto a sus hábitos de diseminación. Las feromonas pueden volatilizarse directamente desde el cuerpo, o bien emitirse hacia objetos del medio, como una marca o señal olorosa. Estas últimas poseen la ventaja de que la comunicación puede llevarse a cabo incluso en ausencia del emisor, el cual puede depositar su secreción y continuar sus actividades con normalidad en otro sitio.

Frente a estas señales químicas, el comportamiento de un individuo es modificado involuntariamente. Esto puede observarse en algunos experimentos. Por ejemplo, se cuenta de cucarachas macho que, puestas frente a una barra de cristal cubierta con feromonas de cucaracha hembra, manifiestan alto grado de excitación sexual. También el caso de un hámster macho que, frente a otro macho que había sido impregnado de feromonas sexuales femeninas, intentó copular con él.

Para algunos científicos, las feromonas actúan de manera muy diversa a los olores normales. Al descubrir hace unos años el mencionado órgano vomeronasal (VNO, por sus siglas en inglés), detectaron que éste afecta directamente el comportamiento social, siendo este efecto independiente del condicionamiento con la experiencia. La atracción sexual, al menos en los animales donde se ha detectado la existencia del VNO (como los cerdos y las vacas), no dependen entonces de su experiencia previa para aparearse sino de las feromonas.

Por regla general, en los insectos el olfato juega un papel fundamental en su comportamiento, ya que, a diferencia de los mamíferos, no tienen muy desarrollados los sentidos de la vista y el oído. De hecho, la percepción de las feromonas se produce principalmente a través de este sentido, fundamental para muchísimas especies de animales.

En los seres humanos, en cambio, el olfato parecería desempeñar un rol mucho menor. Con nuestra larga evolución, este sentido se ha ido atrofiando progresivamente, y ya no percibimos el olfato como lo hicieran los primeros homínidos, nuestros antepasados lejanos. No obstante, no se puede descartar su influencia a nivel subconsciente.

De hecho, cualquier madre humana sabe que su bebé la reconoce ante todo por el olor. También los animales pueden identificar a su dueño por medio del olfato. Cada persona transmite un aroma muy particular –que no tiene nada que ver con el olor del sudor o a suciedad después de mucho tiempo sin tomar un baño-. Este olor en cambio es tan distintivo como nuestras huellas digitales.

Ante todo, es importante recordar que las feromonas se perciben a nivel inconsciente –es decir, sin que la persona se dé cuenta-. Aún si efectivamente los seres humanos reaccionamos ante su presencia, no sabremos que lo estamos haciendo. Algunos sostienen que el ser humano no experimenta solamente atracción sexual, sino que ante las feromonas reacciona sintiéndose más cómodo (por eso, algunos productos se venden diciendo que incrementan la confianza y la autoestima).

De cualquier modo, se trata de un cambio en el comportamiento que es muy instintivo y, por supuesto, en las personas hay muchos otros factores que también influyen en nuestra conducta, desde el momento en que somos seres racionales. A lo largo de nuestra evolución, el primitivo sentido del olfato parece haber sido relegado, y hoy muy pocas veces las personas somos conscientes de su importancia. Pero esto no implica que el instinto animal haya dejado de existir.

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